sábado, 29 de noviembre de 2014

Rituales Funerarios: Afroecuatorianos

Si bien el cristianismo resalta el hecho de la muerte, como pasaje a otra vida, y en torno a él ha elaborado un ceremonial específico, en la religiosidad popular afroesmeraldeña la muerte adquiere significados distintos y la ritualidad que les acompaña es notoriamente más elaborada. Estrechamente vinculados al problema de la muerte y al de la continuidad de la vida en el más allá, se encuentran los conceptos de cielo, purgatorio e infierno.
El elaborado ceremonial relativo al hecho de la muerte, tiene un claro sentido de manipulación del más allá, y se piensa que el apego estricto a la reglamentación ceremonial, particularmente a sus formas, pueden influenciar en el destino de las almas de los muertos adultos. Así los velorios de los niños, “velorio de angelito” o “Chigualo” como se los suele llamar o también conocidos como “arrullos”, ya que buena parte del ceremonial consiste en la interpretación de arrullos, (piezas musicales típicamente afroamericanas.)
Consiste en una ocasión con claras expresiones festivas, se ajusta también a una reglamentación cuyo sentido es de celebrar y alegrarse por el buen tránsito y el mejor destino de las almas; se piensa que el alma de los niños va al cielo, alcanzan la gloria, y ello constituye un motivo de alegría. El alma de un niño fallecido tiene como única morada el cielo, por el contrario no hay ninguna certeza de lo que ocurre con el alma de un adulto muerto, aunque su más probable destino es el purgatorio donde pagar sus malas acciones terrenales antes de alcanzar el cielo. Así los Alabados y novenas contrastan con el carácter festivo del chigualo, el aire solemne, triste y dramático del alabado, o velorio de adulto.
Durante nueve noches los familiares más cercanos y algunos de los participantes del velorio, rezan la novena, en el mismo lugar donde se realizo el velorio; en la novena noche se realiza el “novenario”, una réplica del alabado quizá con mayor fuerza dramática que éste. El objetivo de la novena es, una vez más, asegurar la partida del alma del difunto y ayudarlo a encontrar su buen destino.

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